Más Rajoy

Obsérvese que el “Más” del titular lleva tilde. No se refiere al presidente de la Generalitat que, por otra parte, ya se está ganando más de un artículo sobre la fragmentación de CiU. Tampoco se refiere “Rajoy” al presidente del Gobierno, sino al del Partido Popular, quien, en ejercicio de dicha responsabilidad, confirmaba ayer unos cambios que, de tan anunciados y esperados, se quedaron más bien cortos.

Mariano Rajoy preside la reunión del Comité Ejecutivo Nacional. Fuente: PP

Mariano Rajoy preside la reunión del Comité Ejecutivo Nacional. Fuente: PP

Porque, más que cambios, han sido pequeñas modificaciones, o “cambios cosméticos”, para colmo del sector de peluquería, que ya ha expresado su malestar por el uso frívolo de tal expresión. Al grano: contra todo pronóstico de los gurús de la política, sigue María Dolores de Cospedal y también Javier Arenas. Las mayores novedades son la caída de Esteban González Pons y Carlos Floriano -a quiénes ya se había cuestionado por la política comunicativa, a la que se atribuye buena parte del deterioro electoral del partido- y las caras nuevas, más nuevas por jóvenes que por desconocidas: Pablo Casado, Javier Maroto, Andrea Levy… Gente que ya estaba ahí, que ya ha demostrado su valía, y a la que toca saltar a un ruedo en el que la juventud es factor de competitividad (pensemos, si no, en los líderes de las fuerzas emergentes).

Y, por encima de todo -con la ayuda de su estrecho colaborador Jorge Moragas- Mariano Rajoy, que ajusta las riendas para emprender la cabalgada final hasta las generales. El presidente del partido asume en primera persona el liderazgo que había aparcado para centrarse en su responsabilidad al frente del Gobierno, y vuelve a apelar a la comunicación para reconquistar el afecto de los electores. No cambia, al parecer, el discurso triunfalista de la recuperación, pero asume que hace falta mayor contundencia contra la corrupción, y sensibilidad hacia una mayoría social que aún no participa de esa mejoría macroeconómica.

Desde mi perspectiva de observador sin arte ni parte en la gestión política, los cambios responden a estrategias internas cuya efectividad habrán de valorar quienes los promueven. Pero se echa en falta la comunicación a la que apelan: ¿qué pasa con la composición del Gobierno? ¿Habrá o no habrá cambios también ahí? ¿Serán de la misma “intensidad”? ¿Cuándo se darán a conocer? No son cuestiones menores, ya que, como bien sabemos, la especulación y los rumores también mueven mercados.

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